Fiebre en las gradas
La escalada de actos violentos registrados en los estadios en los años 70 y 80 preocupaban a las fuerzas de orden público. El movimiento 'hooligan', nacido en Inglaterra, se estaba volviendo incontrolado para la policía.
Los viajes de los hinchas a otros países se convertían en una 'prueba de hombría', una declaración de guerra hacia el club rival y a la ciudad que visitaban. Era el momento más temido por las autoridades por existir mayor descontrol y más alcohol, mezclándose con otro inconveniente: estadios antiguos que sobrepasaban su aforo y que adolecían de medidas de seguridad.
Los aficionados más agresivos, en gran parte de origen humilde, hallaban en los fondos de los estadios una válvula de escape a las duras condiciones sociales que vivían. Un modo de expresión que se traducía en ocasiones en violencia.
Su habitual estética, compuesta por bufandas con colores del club, junto al look skin o militarizado, se transformaron con el tiempo en un aspecto más elegante, como se pudo comprobar en las eliminatorias entre el Liverpool y el Saint-Etienne de 1977 o entre el Liverpool y el Aberdeen de 1981, momentos que se consideran clave del nacimiento de una nueva tribu urbana y de su cultura: el movimiento casual o el casualismo.
Ropa elitista comprada en Francia, Alemania o Italia - Ellesse, Lacoste, Puma, Adidas, Sergio Tacchini, Le Coq Sportif o Fila-, que más tarde desembarcaban y se asentaban en Escocia e Inglaterra, junto a empresas británicas como Burberry o Fred Perry, marcas que formaban parte de los nuevos atuendos usados por los antiguos 'hooligans', complicando la identificación habitual de los seguidores al pasar ahora más desapercibidos.
La violencia como sinónimo de fútbol
Los partidos de fútbol en aquellas dos décadas adquirían un tono bélico. No era de extrañar que el espectáculo terminara empañado por una lluvia de objetos, como la que recibió el Real Madrid tras eliminar al Inter de Milán en San Siro en 1983, o con peleas entre los hinchas de sendos clubes, como la batalla campal entre los aficionados del Luton y Milwall en la F.A. Cup en marzo de 1985, la cual llegó a suspender el encuentro por invasión del terreno de juego.
El estilo de vida de los 'hooligans' se extendía por toda Europa. Inglaterra, cuna de esta tendencia, había visto nacer sus primeros grupos organizados de 'supporters' en la década de los 70 y pronto encontraban su reflejo en el resto del continente.
España no era una excepción, peñas como Biris Norte (Sevilla), Frente Atlético (Atlético de Madrid), Supporters Gol Sur (Real Betis), Yomus (Valencia), Boixos Nois (Barcelona), Brigadas Blanquiazules (Español), Herri Norte (Athletic Club), Indar Gorri (Osasuna), Riazor Blues (Deportivo) o Ultrassur (Real Madrid) iniciaban su andadura en el mundo ultra en los 70 y 80.
La conclusión de la final de la Copa de Europa -entre Roma y Liverpool- disputada en la capital italiana, con persecuciones de 'tiffossis' a cualquier ciudadano inglés, anunciaban un futuro muy negro para el fútbol.
Tragedias previas a Heysel
1. Brunden Park, Bolton (Inglaterra)
La desmedida afluencia de espectadores -unos 85.000- y la falta de accesos, algunos inutilizados por causas de la guerra y otros cerrados al público, propiciaron una estampida que derrumbó una de las paredes del estadio durante el choque que enfrentaba en 1946 a Bolton Wanderers y Stoke City. La policía pidió al colegiado que se interrumpiera el juego debido a los hechos ocurridos. 33 personas perdieron la vida y más de 400 resultaron heridos.
2. Estadio Nacional de Lima (Perú)
La mayor tragedia ocurrida en un terreno de juego apenas ha tenido repercusión en el viejo continente. El partido de clasificación para los Juegos Olímpicos, disputado en Lima en 1964, entre Perú y Argentina se convirtió en una guerra entre la hinchada de sendos países a raíz de la anulación de un tanto para el cuadro local.
Las avalanchas, los enrabietados aficionados peruanos que trataron de llegar al césped para golpear al árbitro, el pánico y la mala actuación de las fuerzas de orden público -sellando las salidas y lanzando gas- sumadas a las reyertas, condujeron a una cifra que superaban los 300 fallecidos.
3. Kayseri Ataturk Stadium (Turquía)
El partido entre Kayseri Erciyesspor y Sivasspor de septiembre de 1967, cargado de gran rivalidad, derivó en una enfurecida respuesta a las provocaciones desde el lado de los fans del Kayserispor. Los lanzamientos de objetos, piedras principalmente, resultaron mortales. 40 espectadores perecieron en aquel estadio.
4. Estadio Monumental (Argentina)
El superclásico del fútbol argentino, River contra Boca, también se vio empañado por las lágrimas en 1968, en una de las noches más tristes del fútbol argentino. La hinchada bostera fue paulatinamente abandonando la cancha de su rival en la fría noche bonaerense quedando atrapada por el cierre de la puerta 12. El piso mojado, la ausencia de barandillas y la oscuridad sumieron a la multitud en un caos que segó la vida de 71 personas. Un lamentable hecho que sigue sin esclarecerse.
5. Ibrox Park (Escocia)
La casa del Rangers había sufrido en 1902 el derrumbe de sus graderíos de madera durante un Escocia-Inglaterra, como un castillo de naipes llevado por el viento. A pesar de la magnitud del hecho, sólo 25 espectadores murieron.
La segunda tragedia de gran magnitud, ya que su historial de siniestros lo situaban entre uno de los más inseguros, fue en 1971 durante el Old Firm entre Rangers y Celtic. Un gol en el descuento de la escuadra protestante, la niebla y la caída de una de las vallas protectoras hicieron de mortal cóctel en el que 66 espectadores fallecieran asfixiados en las empinadas escaleras de Ibrox Park.
6. Luzhniki (U.R.S.S.- Rusia)
La celebración de otra postrimera diana fue el origen de que parte de la grada fuera arrollada entre sí durante la eliminatoria de Copa de la UEFA de 1982 entre el Spartak de Moscú y el Haarlem. Un hecho silenciado por las autoridades soviéticas y que con el tiempo ha sido desvelado. Se calcula que 66 ciudadanos resultaron aplastados al cruzarse la muchedumbre que salía del estadio Lenin, actualmente denominado Luzhnik, con la que regresaba para aplaudir el último gol. Otras fuentes aseguran que las cifras podrían haber superado los 300 fallecidos.
7. La tragedia de Cali (Colombia)
El clásico de la ciudad de Santiago de Cali, Colombia, siempre tan colorido, tuvo una edición muy negra en 1982. Aquel espectacular derbi entre América y Deportivo concluyó con empate a tres. La ausencia de baños públicos en el anillo superior y el enfado por el marcador final derivó en la gamberrada de orinar desde la platea más alta hacia la parte inferior del Pascual Guerrero. Un panorama dantesco que llevó a 22 espectadores a perder la vida fruto de los nervios y los empujones.
8. Incendio en Bradford (Inglaterra)
El fuego se convertía en el devastador protagonista en el Valley Parade de Bradford en 1985, dos semanas antes de la final de la Copa de Europa de Bruselas. Aquella jornada de júbilo, en la que el equipo local festejaba su campeonato de la Third Division ante el Lincoln City, se oscureció por la humareda generada en una de las tribunas de madera laterales. Un cigarrillo mal apagado y la acumulación de basura pudieron ser los detonantes del incendio que apagó la vida de 56 personas por culpa de la lenta reacción y el bloqueo de los vomitorios de salida.
La rapidez con la que se alimentaron las llamas concienció a los clubes y a las autoridades a revisar las infraestructuras de los estadios y a desechar la madera, desde ese momento, como principal material de construcción.
La tragedia de Heysel
Juventus y Liverpool eran los mejores clubes del continente en 1985. Los 'reds' acudían como vigentes campeones de la Copa de Europa y los 'bianconeros' como triunfadores de la Recopa en un pulso que significaba también medir el poder entre el fútbol italiano ante el inglés, claros dominadores de la época.
De hecho, la Supercopa, que había enfrentado esa misma temporada a ambos conjuntos, sólo se pudo celebrar el encuentro de ida por no encontrar el Liverpool una fecha para la vuelta, dejando en el aficionado la duda de si se podría haber remontado el 2-0 de Turín y un sabor de 'vendetta' para la final de Bruselas. Había cuentas pendientes que saldar en el plano deportivo.
Los incidentes de la anterior cita en Roma contra aficionados británicos, la escalada de actos violentos existentes en el fútbol y las catástrofes que asolaban a los estadios, no pusieron debidamente en sobre aviso a las fuerzas de seguridad en la batalla dirimida en los aledaños entre 'hooligans' y 'tiffossis', trasladada después al interior del estadio.
Aunque la UEFA repartió las entradas por zonas, dejando un porcentaje de la taquilla para espectadores neutrales, muchas de esas localidades acabaron en manos de los seguidores italianos e ingleses, mezclándose en la misma ubicación.
Una hora antes de que se diera el pitido inicial de aquel 29 de mayo de 1985, se produjeron lanzamientos de objetos por parte de los supporters más radicales hacia el sector juventino que concluyeron en el asalto hacia su parte del fondo, debido al estado de embriaguez de los 'hooligans' y a las riñas y provocaciones previas. Los aficionados italianos se vieron arrinconados, iniciando una estampida hacia ninguna parte, complicándose la huida por la existencia de las barras protectoras y las barreras de cemento.
La presión del público, el caos, los nervios, la antigüedad de las instalaciones y la ausencia tanto de policía como de salidas de emergencia convirtieron el sector en una trampa en la que caían 39 aficionados -entre ellos, 32 italianos y un británico-. La tardía llegada de las fuerzas de seguridad belga logró mitigar el desastre, al abrir el paso de la zona Z al césped.
La escasez de personal sanitario y la insuficiente preparación alargaron el tiempo de evacuación de supervivientes, heridos y fallecidos, algunos de los cuales fueron depositados en las inmediaciones del rectángulo de juego. Ante tal panorama, los ultras de la Juve protagonizaban también graves disturbios con palos y bengalas contra la policía en la curva contraria, desde los sectores O y N. Un dantesco panorama previo a la final.
A pesar de la tragedia, la UEFA decidía celebrar con el encuentro -con una hora y media de retraso sobre el horario previsto- con el fin de evitar males mayores si no se celebraba, un argumento siempre muy criticado.
El amargo gol de Michel Platini
La XXX final de la Copa de Europa se disputaba bajo una tensa calma que se traducía en un juego sin brillo y desganado, con un ambiente enrarecido, sepulcral, que se plasmaba en el fuerte cordón de seguridad alrededor del perímetro del campo. El pobre espectáculo ofrecido por dos de las mejores plantillas del continente necesitaba de un estímulo para salvar el empate.
Las oportunidades escaseaban haciendo que un detalle, una genialidad o un error fueran suficientes. Tres factores que se mezclaban cuando Michel Platini bajaba hasta su defensa para rescatar un balón y ponerlo a gran distancia a la carrera de Boniek quien era objeto de falta a dos metros del área inglesa. El árbitro suizo Daina decretaba penalti. El '10' bianconero' tomaba la determinación de ejecutar la pena máxima ante el excéntrico Grobbelaar, a quien batía a su derecha.
Platini celebraba el gol con furia, dirigiéndose al sector Z enrabietado. Más tarde se supo que ningún futbolista era consciente de la gravedad de los hechos, sabían de los altercados pero no de los fallecidos. A pesar de ello, parte de la opinión pública criticó los aspavientos del astro francés, actualmente presidente de la UEFA, por su falta de delicadeza y respeto a las 39 víctimas.
Consecuencias tras la catástrofe de Heysel
El primer título de la Juventus quedaba en un segundo plano al día siguiente de la tragedia. La fiesta máxima del fútbol europeo estaba de luto. Había que señalar a los culpables y tomar medidas disuasorias como: intensificar los controles de acceso al estadio con cacheos y a través de cámaras de seguridad, separar a las hinchadas, prohibir la venta de bebidas alcohólicas en los estadios, cambiar el sistema de vallas rígidas, sancionar y retirar las banderas y pancartas que incitaran a la violencia e instar a los clubes a construir los estadios, o modernizarlos, con localidades sentadas .
East End Park, estadio del Dunfermline Athletic (Escocia) |
Sanciones al fútbol inglés
El máximo órgano continental, la UEFA, inhabilitó la participación europea de todos los clubes ingleses durante cinco años. El Liverpool, como único responsable señalado por la UEFA, fue sancionado por diez años, castigo que fue posteriormente reducido a seis. La hegemonía del fútbol inglés -con 7 'orejonas' de las 8 últimas jugadas- se rompía con esta drástica medida en la que ni el propio organismo ni las autoridades belgas, como organizadoras, tuvieron pena alguna.
El fútbol resultó herido con un descenso en el número de espectadores -estigmatizados como delincuentes por la sociedad-, y la liga inglesa resultó seriamente dañada, perdiendo durante más de un lustro a patrocinadores y parte de sus mejores estrellas, las cuales emigraban para poder disputar alguno de los tres torneos europeos en liza -Copa de Europa, Copa de la UEFA y Recopa de Europa-. Futbolistas británicos como Paul Gascoigne, Gary Lineker, Glenn Hoddle, Mark Hughes, David Platt o Ian Rush, emigraban en busca de algún título continental.
Heysel concienció del peligro de unas gradas agitadas y de una mala previsión organizativa. Una lección que se tardaba poco tiempo en revivir, otra tragedia que contaba al Liverpool como protagonista y que suponía otra bofetada tanto al fútbol como a la historia de los 'reds': Hillsborough.