El mencionado trienio del KK Split (1989. 90 y 91) firmaba su último capítulo en 1991, confirmando la calidad de un colectivo muy compensado en todas sus líneas -Perasovic, Tabak, Radja, Savic, Ivanovic y Kukoc- y por el buen hacer en los banquillos, tanto a través de Maljkovic como posteriormente de Pavličević.
La Jugoplastika o Pop 84 pasaba a ser otro de los obstáculos que el Barcelona se encontraba en la Copa de Europa. Los azulgranas eran un club condenado por aquel entonces a quedar fuera del premio final, a pesar de contar con uno de los mejores aleros españoles de todos los tiempos, Epi, y uno de los mejores foráneos de la historia de la ACB, Audie Norris.
El Eurobasket de 1991 servía de colofón y abrupto punto final a una generación a la cual se le robó la oportunidad de haber aumentado su leyenda. Drazen Petrovic era uno de los principales ausentes de aquella edición dentro de una selección que se desquebrajaba por las tensiones políticas y que seguía aplastando a sus rivales. En aquella cita continental, sólo España terminó el partido a menos de 10 puntos de los flamantes campeones. Italia, que jugaba como anfitrión, terminó segunda.
El Partizán de Fuenlabrada
El equipo blanquinegro de Belgrado paladeó en 1992 su temporada más extraña y a la vez más mágica. A causa de la guerra de los Balcanes, la FIBA había prohibido a los clubes yugoslavos disputar sus partidos en casa obligando a los conjuntos clasificados aquella temporada para Europa -Slobodna Dalmacija (antigua Jugoplastika de Split), Cibona de Zagreb y Partizan de Belgrado- a buscar cobijo en algún pabellón en el resto del continente.
Los tres equipos balcánicos eligieron como sede España: Coruña, Cádiz y Fuenlabrada hicieron de provisionales canchas de la Slobodona, Cibona y Partizán, respectivamente. Los dos primeros no lograron su objetivo de clasificarse para la Final Four. Todo lo contrario que los partisanos.
El cariñosamente denominado Partizán de Fuenlabrada convirtió el Fernando Martín en su segunda casa, en un nuevo Pionir trasladado miles de kilómetros de distancia de Belgrado y con fuenlabreños en la grada haciendo de improvisados seguidores. La comunión entre los jugadores y afición iba en aumento consiguiendo 6 de sus 7 triunfos en 'casa', sólo Estudiantes pudo ganar al Partizán en su destierro.
Aquella plantilla expatriada se componía de Aleksandar Djordjević, Predrag Danilović, Nikola Lončar, Igor Perović, Zoran Stevanović, Igor Mihajlovski, Dragiša Šarić, Željko Rebrača, Mladan Šilobad, Slaviša Koprivica, Vladimir Dragutinović, Ivo Nakić, Branko Sindjelić. Todos ellos bajo la dirección de un jovencísimo Željko Obradović, otro de los nombres que golpearían con fuerza en este decenio.
Los cuartos de final fueron el único momento en el que el Partizán pudo regresar a Belgrado en la eliminatoria a tres partidos ante la Knorr Bolonia que sirvió de antesala para la Final Four de Estambul, donde pasaron de llevar el papel de cenicienta a campeones de Europa, merced a la canasta en el último segundo de Djordjević ante el Joventut de Badalona, cuyo momento de gloria estaba por venir. Antes de que eso pasara, su cancha iba a ser testigo del mejor espectáculo jamás visto.
La fiesta de ensueño de los JJ.OO.
El permiso de la FIBA, otorgado en 1989, para que los jugadores profesionales de la NBA participaran en los distintos campeonatos internacionales posibilitó que los JJ.OO. de Barcelona disfrutaran del mejor plantel posible: el llamado 'Dream Team', que transformó el Pabellón Olímpico de Badalona en la fiesta del mejor baloncesto.
La convocatoria estaba formada por:
- Charles Barkley de Philadelphia 76ers
- Larry Bird de Boston Celtics
- Clyde Drexler de Portland Trail Blazers
- Patrick Ewing de New York Knicks
- Magic Johnson de Los Angeles Lakers
- Michael Jordan de Chicago Bulls
- Scottie Pippen de Chicago Bulls
- Christian Laettner de la Universidad de Duke
- Karl Malone de Utah Jazz
- John Stockton de Utah Jazz
- Chris Mullin de Golden State Warriors
- David Robinson de San Antonio Spurs
Los norteamericanos se alzaron con un oro que tenía su nombre grabado en el metal. La lucha encarnizada por la plata cayó del lado de la joven nación croata, debutante, que contaba con su particular selección de ensueño liderada por Petrovic, Perasović, Cvjeticanin, Kukoc, Tabak, Vrankovic, Komazec, Radja o Naglic. El bronce fue a parar a otro gran plantel, Lituania, en el que brillaban Chomicius, Kurtinaitis, Sabonis, Karnisovas o Marčiulionis.
La nueva configuración política había resquebrajado a la U.R.S.S. y Yugoslavia en multitud de repúblicas. Croacia y Lituania aprovechaban la oportunidad en esta cita donde Serbia y Montenegro no tenían permiso para participar por la sanción impuesta por la ONU. Mientras que doce de las quince ex repúblicas soviéticas, a excepción de las tres bálticas, lo hicieron bajo bandera olímpica y con la denominación de 'equipo unificado' en un último brindis al pasado soviético.
La revolución del Limoges y el luto croata
Si el baloncesto a nivel de selecciones no daba lugar a sorpresas, el de clubes se llevaba la palma en 1993. Limoges no era un desconocido en el basket europeo -7 ligas francesas. dos Copa Korac y la Recopa- avalaban a un equipo con tradición al que faltaba la guinda definitiva, un postre final servido por el gran estratega Božidar Maljković quien repetía después de la experiencia exitosa en Split.
El conjunto amarillo basaba su juego en posesiones largas -agotando los 30 segundos reglamentarios, que pasaron a 24 a partir del curso 200-01-. Aquel basket control daba sus frutos bajo la dirección de Michael Young y la ejecución de Bilba o Dacoury en partidos que rara vez sobrepasaban los 65 puntos por equipo. No en vano, el club francés se imponía en la Final Four de Atenas al Real Madrid de Sabonis -semifinales- y a la Benetton Treviso de Kukoc -en la final-, dejando a sendos equipos en 52 y 55 puntos respectivamente.
En junio de 1993, el baloncesto mundial se ponía el traje de luto con el fallecimiento de Drazen Petrovic en accidente de tráfico. El 'genio de Sibenik, con 28 años de edad, estaba recuperando su confianza y juego en la NBA con la camiseta de los Nets tras haber pasado por el ostracismo en Portland. Se iba uno de los grandes genios europeos de la canasta; un jugador irrepetible y único.
La selección croata, debilitada por la muerte de Petrovic, quedaba tercera en el Eurobasket ganado por Alemania, deshaciéndose en la final de Múnich de Rusia. El triunfo germano se añadía al del Limoges en un año sorprendente en cuanto a victorias.
Doblete español con dos clásicos de la ACB
Joventut de Badalona y Real Madrid pasaban a ser los nuevos dominadores del continente con Olympiacos como rival en ambas ocasiones y Obradovic en sendos banquillos. Los dos equipos que más tiempo han permanecido en la élite de la Liga española de baloncesto recibían su recompensa en la máxima categoría europea.
Se trataba del primer entorchado de los verdinegros, habituales en Europa y en la Final Four pero sin el 'punch' final para ser candidatos a levantar el trofeo. En 1994, la 'Penya' había contratado a uno de sus recientes verdugos, Obradovic, responsable del triunfo de Partizán dos años antes. Junto al entrenador serbio se encontraban los hermanos Jofresa, Villacampa, Morales, Ferrán Martínez, Mike Smith y Thompson. Cuatro jugadores de la casa, talentosos, sumados a grandes fichajes lograban sobreponerse a los favoritos del torneo: Barcelona y Olympiacos.
El conjunto del Pireo repetía, al año siguiente, con otro equipo español en la final de 1995. El deja-vu para los griegos crecía al tener a Panathinaikos como contrincante en la semifinal y a Obradovic de nuevo como entrenador rival en la final, en esta ocasión dirigiendo al Real Madrid de Arlauckas y Sabonis.
Los blancos inscribían por octava vez su nombre en el continente. Como curiosidad, la Final Four de Zaragoza sirvió para que una de las peñas madridistas, Orgullo Vikingo, estrechara su amistad con la sección 'Gate 13' de Panathinaikos, cuyos hinchas animaron a los españoles con el objetivo de evitar un triunfo de su rival, Olympiacos.
Estados Unidos y Yugoslavia, un mano a mano constante
A pesar del éxito a nivel de clubes, España no refrendaba su privilegiada posición con el combinado nacional dentro de una época en la que los EE.UU. dominaban con autoridad a sus rivales en sus distintas versiones del 'Dream Team' con nuevas oleadas formadas por Charles Barkley
Anfernee Hardaway, Karl Malone, Reggie Miller, Hakeem Olajuwon, Shaquille O'Neal, Gary Payton, Scottie Pippen, David Robinson o John Stockton.
El Mundobasket de 1994 y los JJ.OO. de Atlanta de 1996 concluyeron con las barras y estrellas ondeando por encima de las clásicas potencias como Croacia, Rusia y Yugoslavia, manteniendo su nombre y legado a través de las repúblicas serbias y montenegrinas. Un palmarés que crecía con el oro en el europeo de 1995. Las heridas de la guerra de los Balcanes no se habían cerrado y se demostraba con los croatas, bronce en esta edición, abandonando la ceremonia de entrega de medallas justo en el momento en el que sus antiguos compatriotas se subían al cajón más alto de aquel Eurobasket de 1995.
Dos años más tarde, repetían experiencia en el torneo disputado en España en 1997, sin Divac pero con un experimentado sexteto de ases Dejan Bodiroga, Predrag Danilović, Zoran Savić, Aleksandar Djordjevic, Zeljko Rebraca y Dejan Tomašević.
La inversión y el talento se dan la mano en Grecia
El poder económico en la década de los 90 residía en la península helena. La liga griega aglutinaba los mejores traspasos de la época y las más sonadas incorporaciones. De hecho, toda una estrella de la NBA como Dominique Wilkins se buscaba un incentivo económico antes de sus jubilación para llevar a Panathinaikos al Olimpo frente al Barcelona en un duelo polémico que pudo decidirse bajo otro signo si los colegiados hubieran dado como buena una canasta legal de Montero en el último segundo.
Por encima del glamour del norteamericano se encontraban sobresalientes referencias del deporte de la canasta como Panagiotis Giannakis, Alvertis o Vrankovic. Todos ellos baja la batuta de Božidar Maljkovic. Un seguro para el éxito con su cuarta copa de Europa como técnico -dos con la Jugoplastika Split, una con Limoges y Panathinaikos-.
Los culés firmaban su quinta final perdida en el siguiente curso, 1997, con otro trágico desenlace ante una escuadra griega. Olympiacos era el encargado de echar otro nuevo proyecto azulgrana capitaneado por Djordjevic, Karnisovas y Andrés Jiménez, y a cargo de Aíto García Reneses. Los griegos grababan su nombre en el palmarés del torneo con otra plantilla base de hombres de la casa y de talonario: Fassoulas, Papanikolau y Sigalas, entremezclados con Nakic, Tarlac, Rivers y Welp.
El técnico rojiblanco Dušan Ivković reivindicaba el saber hacer de los balcánicos con la pizarra, siendo el cuarto entrenador de la antigua Yugoslavia -junto a Pavlicevic, Maljkovic y Obradovic- en ganar el máximo trofeo continental en los 90. Una de las características de este decenio.
La coronación de Italia
Varese, Cantú y Roma eran las ciudades que habían dado a Italia la posibilidad de coronarse en el viejo continente a nivel de clubes. Un listado incompleto en el que faltaba la ciudad más apasionada por el baloncesto, una ciudad que vive el deporte de la canasta con especial devoción a través de dos colores y dos escudos: Virtus y Fortitudo.
La Virtus levantaba en 1998 el trofeo de campeón de campeones al imponerse al AEK dentro de una final rácana que concluyó con un atípico marcador, 58-44. Los boloñeses, dirigidos por Ettore Messina, se componían de dos duplas: la italiana formada por Abbio y Binelli más la serbia de Danilovic y Savic, junto a Rigaudeau (Francia), Nesterovič (Eslovenia) y Sconochini (Argentina). Una plantilla que acudía a otra Final Four en el curso siguiente tras derrocar a su eterno enemigo, el Fortitudo Bolonia, en unas fraternales semifinales.
La final de 1999 iba a parar al Zalgiris de los Zukauskas, Stombergas y Bowie. El legendario cuadro lituano -donde habían jugado Kurtinaitis, Homicius y Sabonis- se sobreponía al poderío transalpino que confirmaba su edad de oro con el Eurobasket celebrado en aquel verano ante España.
Era la 'azzurra' de Gregor Fučka, Carlton Myers, Andrea Meneghin, Roberto Chiacig, Denis Marconato, Alessandro Abbio, Alessandro De Pol, Gianluca Basile, Giacomo Galanda, Davide Bonora, Marcelo Damiao y Michele Mian. Todos ellos, verdugos de una España que asomaba de nuevo la cabeza a través del aro y que esperaba su dorado relevo para echar una mano a la generación que lideraban Carlos Jiménez y Alberto Herreros, dos pupilos surgidos de la prolífica cantera de Estudiantes.
Italia y España se desquitaban del papel ejercido en el campeonato del mundo de 1998, donde habían sido cuartofinalistas y en el que Yugoslavia se había impuesto a Rusia en la final, demostrando que si los Estados Unidos acudían con universitarios a un torneo intercontinental eran una selección más.
Obradovic cierra el milenio
La productiva relación de títulos continentales entre Zeljko Obradovic y Panathinaikos comenzaba en el curso 1999-2000. Año en el que los verdes sumaban su segunda Copa de Europa y la primera, de las cinco posteriormente cosechadas, con el técnico serbio en los banquillos, el cual posee el récord absoluto de la competición con ocho entorchados desde la dirección técnica, con cuatro clubes diferentes -Partizan Belgrado, Joventut, Real Madrid y Panathinaikos-.
La fuerza del pabellón OAKA y la brillantez del cóctel mezclado por Obradovic a partir de dos griegos Alvertis, Fotsis y un ramillete internacional con Gentile, Johnny Rogers, Rebraca, Bodiroga y el israelí Kattash quien se vengaba de sus compatriotas Sharp, Jamchi, Sheffer en la cita de Salónica con el Maccabi Tel Aviv. Un partido que cerraba el milenio y abría un periodo extraño para el baloncesto europeo de clubes con una campaña convulsa en el plano extradeportivo que pudo costar caro al deporte de la canasta.
Buenas días:
ResponderEliminarComienza el espectáculo bloguero y se inicia la votación-
Nos vemos en la parrilla de salida
¡Suerte!
Has salido escopetado, como en los últimos años. Ya me contarás cuál es tu secreto para el éxito. Me temo que mi participación va a ser tan anodina como todos los años. Anodina, entiéndase por no aspirar a los diez primeros puestos.
EliminarFantástico, fuerte empiezas el año, me temo que esta entrada sera imbatible. Te has puesto el listón muy alto.
ResponderEliminarRecuerdos
El basket yugoslavo es mi perdición. Tengo por ahí, esperándome, un libro sobre esa década, escrito por Juanan Hinojo, y que estoy deseando analizar.
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