Grandes talentos del deporte destinados a brillar han terminado, en muchas ocasiones, olvidados en el cajón de estrellas que pudieron ser y que nunca fueron. El caso de Eduard Strelstov (Стрельцову, en alfabeto cirílico) cumple en parte con esta máxima. Un jugador con clase suficiente para asombrar en la Unión Soviética y prometer capítulos legendarios en las Copas del Mundo, capítulos que nunca se llegaron a escribir.
La gris juventud de Streltsov
Eduard Streltsov nació en los suburbios de Moscú, en 1937, en el seno de una familia rota por la Segunda Guerra Mundial. Su padre, militar, había preferido rehacer su vida en Ucrania tras el conflicto bélico dejando a su madre, trabajadora de la metalurgia, el doble papel de progenitora.
Streltsov mostró enseguida detalles de su calidad futbolística dentro del equipo de la fábrica de su madre. Una clase que no pasó desapercibida para los ojeadores del Torpedo, quienes quedaron prendados de su juego tras enfrentarse los juveniles de la entidad blanquinegra.
A pesar de que son muchas las personas que afirman la pasión de aquel joven por el Spartak, Streltsov no desperdiciaba la oportunidad de ganar unos cuantos rublos a costa de otro de las grandes instituciones de la capital. El Torpedo abría las escotillas en 1954 para recibir a uno de sus representantes más legendarios.
La URSS, dominadora de los Juegos Olímpicos
El deporte fue siempre uno de los vehículos preferidos de propaganda del régimen comunista. Una manera de mostrar su superioridad frente a los países occidentales. La creación, en 1951, del Comité Olímpico de la URSS daba el pistoletazo a los atletas para luchar por el medallero en los JJ.OO.
El segundo puesto obtenido por los soviéticos en Helsinki 1952 era el precedente para arrebatar el cajón más alto a los propios estadounidenses, durante la cita siguiente, la de Melbourne 1956, una edición donde el fútbol contribuía al éxito del 'ejército rojo'.
La edad de oro de la selección soviética
El combinado de fútbol afrontaba con sigilo la edición olímpica australiana, dado que cuatro años antes había caído en los octavos de final ante Yugoslavia, demostrando que para colgarse el oro había que ser muy constante en todo el torneo.
La convocatoria olímpica de fútbol de la URSS, en 1956, se compuso exclusivamente de futbolistas de escuadras moscovitas, con representantes de los cuatro clubes más importantes de la capital: Spartak, Dynamo, CSKA y Torpedo.
En aquella lista destacaban Lev Yashin (portero, Dynamo), -la llamada 'araña negra', balón de oro en 1963-, Igor Netto (capitán y 'todocampista', Spartak), Anatoli Ilyin (delantero, Spartak) -autor del primer gol de la historia de la Eurocopa, en 1960-, Valentín Ivanov (delantero, Torpedo) -máximo goleador en el Mundial de 1962-, Nikita Simonyan (delantero, Spartak) o el jovencísimo Streltsov, 19 años, una de las figuras del Torpedo y pichichi del campeonato soviético el año anterior, en 1955.
Los soviéticos disfrutaron en estos años de su mejor etapa como selección nacional -antes de su último partido oficial, disputado en 1991-, una edad dorada que se confirmaba al ocupar el pódium en los JJ.OO de Melbourne., tras vencer a Yugoslavia en la final por 1-0, y al coronarse como campeones de Europa en 1960. Un triunfo que no fue disfrutado por Streltsov, dado que su vida iba a sufrir un drástico cambio que le iba impedir acudir tanto a esa cita como a la Copa del Mundo de 1958, donde hubiera destacado como una prometedora estrella.
Eduard Streltsov, el genio enjaulado
Streltsov se había convertido en una de las referencias del Torpedo y apuntaba a llevar la misma responsabilidad en la cita mundialista de Suecia (1958), donde se encontraría con Pelé, el espejo con el que muchos reflejaban a Streltsov.
Dos semanas antes de que la URSS hiciera las maletas, Streltsov fue inculpado de abusar sexualmente de una chica de 20 años de edad. A pesar de que no existían pruebas concluyentes ni la acusación contaba con una base firme, el proceso siguió adelante. Incluso recibió la promesa de un trato de favor y permitirle acudir a la Copa del Mundo si se autoinculpaba. Streltsov aceptó su condena esperando el gesto de las autoridades, el cual nunca se produjo.
Los doce años en Siberia claudicaban el meteórico ascenso deportivo de la nueva joya del fútbol ruso, un diamante sin pulir que se quedaba encerrado en una caja. Los rumores de conspiración contra él surgieron desde el primer momento. Un comentario ofensivo hacia una de las amigas personales de Nikita Krushev -Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética- pudo ser el detonante, como también la imagen 'moderna' y los aires de libertad del propio Streltsov. Una amenaza rebelde vestida de futbolista.
Regresa con la fuerza de un 'torpedo'
En 1963, el Secretario General del Comité Central, Leonid Brezhnev, levantaba la sanción que quedaba finalmente en cinco años de servicio en un campo de trabajo. Tiempo suficiente para perder algo de agilidad e insuficiente para desprenderse de su magia y olfato goleador, cualidades innatas en él.
El regreso de Streltsov en 1965 no pudo coincidir en mejor momento para la institución. Los blanquinegros del Torpedo sumaban el segundo entorchado de su historia y, tres años después, en 1968, una Copa de la Unión Soviética. Además, era honrado con el título de mejor jugador del país en dos ocasiones -1967 y 1968-.
El legado de un mito soviético
La figura de Streltsov en occidente es bastante desconocida. La imposibilidad de disputar un Mundial, escaparate por aquel entonces del fútbol internacional, impidió a todo el planeta degustar del arte de un icono cuya imagen sigue intacta en Rusia. No en vano, los taconazos son llamados como el 'pase Streltsov' y el estadio del Torpedo lleva su nombre.
A pesar de no disfrutar de una carrera continuada, y haber sufrido un cautiverio, los números de Streltsov corresponden al de una leyenda: 100 dianas para el Torpedo -segundo máximo artillero de la historia del club- y 25 tantos con el combinado nacional, de 38 partidos jugados -cuarto mejor goleador de la URSS y primero en promedio-.
La búsqueda del reconocimiento
Streltsov fallecía a causa de un cáncer, en 1990, con apenas 53 años de edad. Siempre defendió su inocencia, mantenida hasta el final de los días por sí mismo y su familia. Una lucha secundada por el maestro ajedrecista Anatoli Karpov, quien lidera desde 2001 el 'Comité Streltsov', encargado de esclarecer el caso, aunque sea a título póstumo.
El reconocimiento a su persona siempre estará presente también con los premios que se otorgan en su nombre, los Strelyets, a los mejores futbolistas y entrenadores de Rusia. Otro de los logros conseguidos en estos últimos años ha sido reclamar la medalla de oro para la familia, metal que no pudo lucir Streltsov por no participar en el once titular de la final de Melbourne.
Varias estatuas recuerdan por Moscú al llamado 'Pelé ruso'. Una de ellas cerca del Olímpico Luzhnikí y otra adorna los alrededores del feudo del Torpedo, el estadio que lleva su nombre. Es raro el día que su tumba no amanece adornada con flores y, según argumenta The Guardian, incluso Marina Lebedeva, la mujer supuestamente violada por Streltsov, apareció por el cementerio en alguna ocasión.
Suspicacias aparte, lo único que hasta ahora que es real, es que aquel turbio episodio frenó una de las más prometedoras trayectorias individuales del balompié soviético. Un moscovita bohemio con alma de '9' y la elegancia de un '10': un 'Pelé ruso'.
Bien lo dicen y no se cansan de repetirlo, "el fútbol es solo deporte", nada que ver por tanto con la política.
ResponderEliminarBonita historia a la hora de leerla, que no de vivirla
Recuerdos
Ni que lo digas Jesús, vivirlo tuvo que ser como el peor de los infiernos. Un abrazo.
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