miércoles, 31 de diciembre de 2014

Liverpool no deja de avivar las 96 llamas de Hillsborough

La historia del Liverpool F.C. quedó irremediablemente marcada en la década de los 80 a través tanto de los triunfos como por dos desgraciados accidentes que afectaron al club rojo de la ciudad de los Beatles.

De Heysel a Hillsborough
La esperada final de la vieja Copa de Europa de 1985 enfrentó en Bruselas al Liverpool contra la Juventus. Los dos equipos más fuertes del continente, por aquel entonces, se citaban en Heysel con el cetro europeo en juego. Los 'reds' acudían como vigentes campeones de la 'orejona' y los 'bianconeros' como triunfadores de la Recopa, en un pulso que significaba también medir el poder entre el fútbol italiano ante el inglés, claros dominadores de la época.

39 personas fallecieron en aquella final europea. Las escasas medidas de seguridad propuestas por la policía belga, la antigüedad de las instalaciones, el lanzamiento de objetos de los 'hooligans' y el estado de embriaguez de muchos aficionados provocaron una serie de avalanchas fatales en el sector juventino con terribles consecuencias.

La violencia en las gradas había pasado a ser en los años 80 un problema grave tanto para la policía como para el gobierno británico de Margaret Thatcher. Heysel dio la razón a todos aquellos que habían pedido mano dura y un control más severo a los seguidores más radicales del fútbol. En especial a los del Liverpool, estigmatizados y señalados desde los incidentes de Bruselas.

El Liverpool, como único responsable apuntado por la UEFA de aquel fatídico 29 de mayo de 1985, fue sancionado por diez años, castigo que fue posteriormente reducido a seis. El club estaba herido por la imagen ofrecida y el perjuicio causado al fútbol del país, el cual se vio afectado por la sanción. Un daño que de nuevo azotaba a los 'reds' apenas cuatro años después, con la tragedia de Hillsborough.

escudo del Liverpool

El fútbol inglés se resiente del castigo
El atractivo de los torneos domésticos -Liga, Copa y Copa de la Liga- había crecido a la fuerza en Inglaterra debido a la prohibición, a partir de la campaña 1985-86, a los clubes ingleses de participar en cualquier torneo europeo.

Esta situación implicó un éxodo de las estrellas de los principales clubes británicos hacia otros equipos que disputaran la Copa de Europa, así como una importante disminución de ingresos publicitarios por la caída del interés en las competiciones nacionales. Dicho castigo se mantuvo hasta la temporada 1991-92, momento en el que el Arsenal participó en la Copa de Europa.

La F.A. Cup de 1989
El 15 de abril de 1989 la Copa inglesa -también conocida como F.A. Cup- se encontraba en su fase de semifinales, disputándose sendos encuentros a partido único. El Everton se deshizo por 1-0 del Norwich City en el Villa Park de Birmingham, mientras que Liverpool de Kenny Daglish y el Nottingham Forest del legendario Brian Clough se disponían a jugar su encuentro en el Hillsborough Stadium de Sheffield. Un partido que desgraciadamente pasó a la historia del deporte, del mismo modo que lo habían hecho anteriormente otras tragedias. Otra más para el Liverpool.


La tragedia de Hillsborough
Se llevaban 6 minutos de juego en aquel Liverpool - Forest de 1989, programado para las 15 horas, cuando el árbitro detuvo el encuentro debido a la gran cantidad de público que había pasado desde sus localidades, situadas en uno de los fondos, al césped o al anillo superior. Los seguidores, mayoritariamente del Liverpool, presos del pánico y de la imposibilidad de permanecer en unas atestadas gradas, trataban de localizar un hueco entre la multitud.

El nulo control de las ventas de entradas, algo muy habitual en un duelo en campo neutral, y los viejos accesos de Hillsborough, plagado de recovecos y de muros de contención, contribuyeron a incrementar el desastre. Además, los atascos en la carretera entre Liverpool y Sheffield provocaron que muchos aficionados llegaran con retraso y nerviosos, ávidos de entrar en cuanto pudieran.


Para terminar, la mala reputación de los fans del Liverpool, acrecentada desde los incidentes de Heysel, y la elección de situarles en la zona del estadio con menos aforo, aún siendo más numerosos, desembocaron finalmente en la catástrofe.

El triste desenlace
La tensión se podía palpar entre la hinchada 'red'. A pesar de estar ambas aficiones separadas, los nervios surgieron no por agresiones entre hooligans de sendos equipos sino por la incapacidad de avanzar entre el gentío, mientras el tiempo se echaba encima.  

El miedo de las fuerzas de seguridad era que la masa que esperaba en el exterior pasara de la impaciencia a provocar un tumulto por lo que pensaron que abrir las puertas de par en par era la mejor opción para tranquilizarles. Un grave error ya que las antiguas instalaciones y el descontrol transformaron Hillsborough en una trampa de ladrillo y hormigón.


La desorganización motivó que la gran mayoría del público se encaminara hacía las gradas por una vía de acceso que no era la única pero que así lo parecía. La estrechez del túnel y las avalanchas generaron un efecto dominó en todos los sentidos, quedando los seguidores encajonados entre las vallas fijas o las paredes del vetusto Hillsborough.

La policía creyó que era otro acto de hooliganismo de los temidos seguidores del Liverpool y no accedió a la evacuación y el desalojo hacia el rectángulo de juego o a las gradas superiores. Un miedo que también motivó que no se permitiera el acceso de las primeras ambulancias que habían llegado alarmadas por las imágenes televisadas.

Hillsborough, Sheffield
Foto del estadio de Hillsborough, tomada por el usuario Mick Knapton.

La respuesta del público fue inmediata: convertir la publicidad estática en improvisadas camillas con las que ayudar a los heridos, cuyas cantidad crecía, al igual que la cifra de fallecidos, elevadas finalmente a 96 personas.

La llama de Hillsborough sigue viva
Los habitantes de Liverpool de uno o de otro modo estuvieron directamente relacionados con la tragedia de Hillsborough. Otro de los clubes de la ciudad, el Everton, se ha volcado siempre, junto a sus vecinos, en la lucha por esclarecer los culpables del accidente, olvidando las posibles rivalidades deportivas de sendos clubes.

escudo del Liverpool

Los homenajes se han producido desde entonces con el objeto de mantener vivo el recuerdo de aquellos 96 aficionados. La catedral de la ciudad tiene una inscripción en recuerdo a las víctimas, y el Liverpool introdujo posteriormente en el escudo, en 1992 -coincidiendo con el centenario-, dos llamas flanqueando al liver bird. En los alrededores de Anfield, y junto a las famosas verjas donde se lee el lema del 'You'll Never Walk Alone', denominadas como puertas de Shanlky, se encuentra un monumento con el listado de fallecidos. El más joven de todos, un niño de 10 años llamado Jon-Paúl Gilhooley, era primo del actual capitán Steven Gerrard.

El derbi de Merseyside en la final de la F.A.
Caprichos del destino, la final de aquella edición de la Copa de Inglaterra fue otra edición del derbi de Merseyside. Liverpool y Everton se citaron en la campaña 1988-89, en la llamada final de las lágrimas, con todas las emociones a flor de piel por los recientes fallecimientos en Hillsborough.

Bajo las banderas a media asta, se vivió un vibrante partido entre dos grandes plantillas. Los 'reds' se impusieron en una trepidante prórroga con Ian Rush y McCall relevándose en el apartado de goleadores durante el tiempo extra. El Liverpool, dirigido por Kenny Dalglish -y capitaneados por el propio Rush, Aldrige, Houghton, Beardsley o Barnes- subieron los 39 escalones del mítico Wembley dentro de una amarga victoria.

El 'Informe Taylor'
Paralelamente a estos sucesos, se redactaba el llamado 'informe Taylor', de 1990. Una serie de medidas gubernamentales surgidas por este nuevo desgraciado accidente y que terminaron por cambiar el panorama de los estadios de fútbol, obligando a sentar al público en localidades numeradas, reducir el número de vallas y la recomendación de retirar el alcohol de los estadios, así como de colocar videovigilancia para acabar con los hooligans.

Con el paso del tiempo se ha sabido que el gobierno de Thatcher manipuló las pruebas para culpabilizar al público del Liverpool y liberar de cualquier cargo a las fuerzas de orden, cuya negligencia para ser más que probada actualmente. Prueba de lo cual han sido las disculpas lanzadas desde la Cámara de los Comunes al club, con David Cameron rompiendo un largo silencio institucional.

Mosaico en las gradas de Anfield pidiendo justicia ("Justice") para los 96 fallecidos de Hillsborough.

La Premier no olvida Hillsborough
Recientemente, con motivo del 25º aniversario de la catástrofe de Hillsborough, se vivió en 2014 un emotivo gesto al retrasar toda la jornada seis minutos -el tiempo que se llegó a disputar el día de la catástrofe- más otro en señal de luto. Un imborrable recuerdo que sigue presente entre los aficionados del Liverpool y de su ciudad, los cuales siguen esperando justicia para las 96 personas que perdieron su vida aquella tarde.

viernes, 12 de diciembre de 2014

La alocada tripulación de Turbonegro arrasa Madrid

No hay duda de que el inglés es el idioma oficial del rock y del pop. La lengua de Shakespeare ha servido de vehículo para que Inglaterra y Estados Unidos exportaran a sus grupos musicales a todos los confines del globo, ayudados primero por la radio y después por la TV.

La aparición de sellos internacionales musicales potenciaron el nacimiento de movimientos culturales en otros lugares, abriendo el mercado a países que habían tenido hasta entonces un papel secundario. ABBA fue uno de los responsables de liberar las fronteras del norte. El cuarteto sueco tuvo que esperar un lustro para que otros compatriotas, Europe, volvieran a poner los ojos sobre sus frías tierras. Una mirada que ya no desapareció en los 80 y 90 con la irrupción de Roxette, A-ha o Ace of Base.

Las posteriores oleadas que comenzaban a venir de los dominios de Odín crecieron en número y potencia. Transformando a Suecia, Noruega y Finlandia como la mejor cantera del sonido gótico y extremo, del metal más demoledor y oscuro.



De Suecia: Candlemass, Entombed, Bathory, Yngwie Malmsteen, Opeth, At The Gates, In Flames, Hellacopters, Hardcore Superstar, Tiamat, Ghost, Hammerfall, Katatonia, Backyard Babies, Arch Enemy, Therion...

De Finlandia:  HIM, Nightwish, The Rasmus, Apocalyptica, Children of Bodom, Sonata Arctica, Poisonblack, Charon, Stratovarius, The 69 Eyes, Lordi, Impaled Nazarene, To/Die/For...

De Noruega surgían parte de los 'mayores demonios' del rock contemporáneo a ritmo de death metal y black metal -con referentes como Mayhem, Burzum, Emperor, Darkthrone, Immortal o Enslaved-.  A la par que ellos, Gluciefer y Turbonegro se abrían paso con toques más garajeros, coqueteando con el punk, un estilo similar al que practicaban Backyard Babies o The Hellacopters en Suecia.

Turbonegro
Cuando uno analiza a Turbonegro, no encuentra nada novedoso en su oferta. El combo noruego ha mezclado varios conceptos tanto musicalmente como estéticamente desde que nacieran a finales de los 80. Se trata de un hard-rock que a veces se acerca al punk clásico de Nueva York, mamado directamente de los Dictators, para otras pasar por un estilo glam, tendencia que se vislumbra en sus maquillajes y el aspecto tanto andrógino como teatral, que bien podría haber firmado un Bowie o Alice Cooper.


Entonces, ¿a qué se debe el éxito? El éxito de Turbonegro se compone de un puñado de muy buenas canciones, temas con atractivas melodías que invitan al movimiento, a una grandiosa puesta en directo -casi circense; siempre cómica-, y a la personalidad de sus líderes sobre el escenario. Una figura encarnada anteriormente por el inconfundible Hank Von Helvete y ahora retomada por un fan del grupo que ha cumplido su sueño de liderar a la banda que tanto adoraba.

Todo ello sumado al repóquer de discos claves en la historia de la banda, y del punk-rock escandinavo. Un quinteto formado por 'Never Is Forever', 'Ass Cobra', 'Apocalypse Dudes', 'Scandinavian Leather' y 'Party Animals'. 

Turbonegro en la Sala Penélope. Madrid, 11 de diciembre de 2014

El ambiente gélido en la sala Penélope fue pronto resuelto por el calor humano del público al hacerse hueco en los estrechos recovecos que dejaba la pista.

Los encargados de calentar el ambiente fueron los baracaldeses Porco Bravo con un show magistral donde además de sonar compactos, ofrecieron ese punto de implicación con el público que se está perdiendo, así como la capacidad de Manu, cantante, de provocar con la mirada, de incitar en cada gesto y escandalizar tanto con sus poses como actos, como cuando se quemó el periódico en el pecho o se grapó la cara, actitudes rebeldes que parecían haberse apagado en nuestros escenarios. Una herencia perdida desde el punk de los 70 y 80 que esta noche se recuperó.

Manu no dudó en subirse a una tabla de surf para buscar la ola buena en la Penélope

La espera se hizo interminable antes de que Turbonegro tomara el relevo de la formación de Barakaldo. Los noruegos se han dejado en el camino a su anterior frontman y desde 2011 el barco está capitaneado por un antiguo seguidor acérrimo que ahora asiste a los conciertos desde el otro lado del escenario.

Con bastante retraso, la robusta figura del británico Tony Silvester hizo acto de escena junto al resto de la formación, cuya imagen es un cruce entre unos marineros despistados que buscan sexo desesperadamente en cualquier puerto -como si fueran asiduos al legendario bar la Ostra Azul- o un grupo de personas trasnochadoras que pretenden homenajear a los Village People por un puñado de monedas. Y es que Turbonegro además de buena música, es una imagen con su copyright.

La falta de puntualidad pronto fue perdonada por el impaciente público madrileño. Los noruegos han sido inteligentes a la hora de preparar el material que sonaría en esta gira. Se han olvidado de la escasa repercusión de los últimos dos trabajos para dar la relevancia que se merece a las joyas que guardan su discografía.

Euroboy eligió un 'discreto atuendo' para saltar a la sala Penélope

Aunque el protagonismo, y las miradas, se dirigían al nuevo cantante, evaluándole, el peso de la actuación recayó sobre el aparente impasible Knut Schreiner, conocido como Euroboy, el cual marcó el compás a través de esos extraordinarios acordes que tiene Turbonegro y que este portento de las seis cuerdas sabe dosificar.

Los grandes éxitos caían uno tras otro, con una atronadora fuerza a la que le faltó un mejor sonido desde el micrófono. All My Friends Are Dead, Blow Me (Like The Wind), Are You Ready (For Some Darkness), Rock Against Ass, Sell Your Body (To The Night) desfilaron por la cubierta de proa en la primera parte del set.

En medio de cada tema se colaba de vez en cuando el número particular de Happy Tom. El bajista, bajo su estética de grumete despistado, hizo de improvisado traductor de un charlatán Silvester. Dos circunstancias que o bien pudieron hacer carcajear o cortar el ritmo de aquel que buscara sólo música.

Las capas de maquillaje del quinteto iban despareciendo en la noche para dar paso a dos de la más deseadas de su repertorio. Fuck The World y Get It On aceleraron otra vez a la multitud antes de ofrecer el primer parón de su descarga.


El regreso del grupo sobre las tablas sirvió para dejar patente la calidad como músicos al interpretar primero The Age Of Pamparius y luego encadenar con riffs varios éxitos de la historia de música de los 80 y 90. Entre notas de Nirvana y Metallica asomó una versión de Dire Straits que condujo al inevitable final, al himno de los nórdicos que no es otro que el I Got Erection.

Un tema corto, sencillo, pero popular en muchos rincones del planeta -no en vano, el equipo alemán del St. Pauli lo usa como banda sonora-. Madrid, que no es menos, también quiso degustarlo, y con su animoso coro y más animado mensaje dejó al público madrileño con la libido subida y una sonrisa de oreja a oreja. Porque la duda es: ¿hay alguien en el mundo al que no le estimule Turbonegro? Lo dudo. Y si hay alguien... ¡que le jodan al mundo!


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