Los títulos sirven para premiar a los triunfadores y reconocer su victoria. Pocas veces un equipo perdedor adquiere tanto protagonismo como para aparecer en el libro de los récords y hacer que un documental, 'Next Goal Wins', gire sobre las consecuencias de la derrota.
El partido disputado el 11 de abril de 2001 en Coffs Harbour entre Australia y Samoa Americana, valedero para la fase de clasificación del Mundial 2002 de Japón y Corea del Sur, será siempre recordado por varios motivos. Un encuentro que motivó que a Samoa Americana se la considerara la peor selección del mundo.
Las dos Samoas, cerca en el espacio y lejos en el tiempo
Samoa y Samoa Americana son territorios de Oceanía que comparten nombre y cercanía física. Dos pequeñas superficies de tierra que se encuentran rodeadas en la inmensidad del océano Pacífico, a mitad de camino de Australia y América, en las antípodas de España, y a las que la historia y el tiempo los ha terminado por separar.
La población de todos los archipiélagos apenas supera las 200.000 personas, tienen como idiomas oficiales el samoano y el inglés. Las islas fueron repartidas tras el Tratado de Berlín de 1899. Alemania ocupó Samoa occidental, después lo haría Nueva Zelanda, mientras que los Estados Unidos tomaron el control de Samoa oriental, renombrándola a Samoa Americana, cuyos ciudadanos en la actualidad no son considerados estadounidenses, a pesar de que sea reconocido como territorio no ocupado y que muchos de sus habitantes terminen formando parte del ejército de EE.UU.
Otra particularidad es que están enclavadas en el extremo de los husos horarios, en el de la línea internacional del cambio de fecha, partiendo a ambas Samoas, cuya distancia de 50 kilómetros es mayor, por lo tanto, si se mide en días, horas y minutos.
Dados los vínculos económicos de Samoa con Nueva Zelanda y Australia se sacrificó en 2011 incluso un día en el calendario, el 30 de diciembre, para estar al mismo ritmo que las dos potencias oceánicas. Esta medida los hizo situarse con un horario UTC+13, mientras que los samoamericanos se enmarcan en el UTC-11, al otro lado de la barrera imaginaria del planeta que separa un día de otro.
Es decir, en el momento en el que en España den las campanadas del próximo 1 enero de 2016, en Apia (Samoa) será también el 1 de enero, pero a las 13 horas. Mientras que a 50 kilómetros al este, en la isla de enfrente, en Pago Pago (Samoa Americana), todavía estarán a 31 de diciembre, a las 12 horas.
El deporte en las dos Samoas
No solo el reloj distancia a las islas. El deporte también los diferencia. Mientras que en Samoa se practica principalmente el rugby, en especial el rugby con 7 jugadores, en la Samoa Americana la influencia estadounidense es más palpable, con el fútbol americano como bandera.
En lo que coinciden ambos es en su mal papel en el fútbol. Los dos se encuentran ahora mismo en el ránking FIFA -con 208 participantes- en el puesto 196 para Samoa y 199 para Samoa Americana. Si bien, el partido de 2001 ante Australia colocó a los samoamericanos en todos los titulares de prensa con el cartel de "la peor selección del mundo".
La clasificación en Oceanía para el Mundial 2002
La fase preliminar que se disputó en Oceanía durante 2001 para buscar una plaza para la Copa del Mundo que se celebraría en Corea del Sur y Japón tenía a dos grandes favoritos que estaban situados en grupos distintos: Australia y Nueva Zelanda.
Los 'socceroos' encontraron en Fiyi el único rival por hacerse con el liderato en un extraño formato de liguilla con cinco equipos, pero solo cuatro jornadas, que se disputaron en apenas diez días. El espectacular marcador de Australia ante Tonga por 22-0 se quedó corto con la segunda fecha de este preliminar, en el encuentro ante Samoa Americana.
La inexperta selección samoamericana caía por 31-0 ante Australia con 13 goles de Archie Thompson. Dos marcas mundiales, difíciles de igualar, se pulverizaban en apenas 90 minutos. El delantero australiano, curiosamente nacido en la vecina Nueva Zelanda y casi desconocido para el gran público, superaba al danés Sophus Nielsen, quien había dejado el registro en una decena.
La derrota fue de tal magnitud que hasta los encargados del marcador, y algunos periodistas, perdieron la cuenta de los tantos australianos.
A pesar de la demoledora imagen del equipo verdeamarillo y de su cómodo paseo en el grupo, solo inquietado por el ajustado 0-2 frente a Fiyi, su billete al Mundial seguía dependiendo de superar el cruce ante Nueva Zelanda y luego tratar de derrotar al quinto clasificado por el cuadro sudamericano, en el temido repechaje intercontinental.
Australia disputó un doble enfrentamiento ante Uruguay donde la ilusionante victoria en Melbourne por 1-0 se desvanecía con el 3-0 encajado en Montevideo, en otra repesca perdida para los australianos
Aquella derrota ante Uruguay recuperó la vieja idea de la Federación Australiana de abandonar la fase de clasificación por Oceanía, donde las goleadas no aportaban y el billete al Mundial estaba caro, para pasar a Asia, donde cuatro plazas se adjudicaban de manera directa. Decisión tomada definitivamente en 2005 y ejecutada oficialmente a partir de 2006.
La fe de Samoa Americana
Si algo caracteriza a la isla de Samoa es su inquebrantable fe religiosa y la capacidad de superación que ha tenido siempre la comunidad ante los desastres naturales. Y como si fuera de otro tsunami, la humillante derrota frente a Australia, que nada sirvió a los 'aussies' en su camino hacia el Mundial, motivó que la considerada como "peor selección del mundo" buscara una solución ante la adversidad.
Nicky Salapu, el portero que sufrió la gran derrota, volvió desde Seattle para preparar los juegos del Pacífico Sur, en un intento de cicatrizar una herida deportiva que le había marcado y a petición de Thomas Ronge, el nuevo técnico holandés que ocupaba el banquillo, quien llegó cuando la federación samoana pidió ayuda a la federación estadounidense de fútbol y como catarsis personal ante la pérdida en accidente de circulación de su hija adolescente.
El estilo estricto de trabajo del tulipán mejoró la profesionalidad del equipo, además de localizar a otros jugadores seleccionables como Rawlston Masaniai, nacido en EE.UU. pero con abuelos samoanos, y contar con Ramin Ott, sargento del ejército norteamericano, el cual pidió permiso durante un año para participar en la fase clasificatoria con su servicio al equipo samoano.
Ott anotó el primer gol del equipo, de penalti, a las Islas Salomón en 2007. Una derrota por 12-1 endulzada con este estreno anotador de la selección polinesia en cualquier competición oficial de carácter internacional.
La clasificación en Oceanía para el Mundial 2014
Hubo que esperar cuatro años más, el 23 de noviembre de 2011, para cantar la siguiente diana de Ott, de potente chut desde 35 metros que abrió el camino al primer triunfo del combinado nacional en toda su historia en el 2-1 ante Tonga. Esta histórica victoria, disputada en la vecina Samoa ante solo 150 espectadores, contó con la presencia en Samoa Americana tanto de Salapu en la portería, único superviviente del 31-0, y del defensor Johnny Saelua, el primer transexual que ha disputado un encuentro oficial, algo muy común el la cultura samoana, donde es considerado como un tercer sexo, quien salvó un gol cantado bajo el larguero en el último suspiro.
El posterior empate ante las Islas Cook, dentro de estas preliminares de clasificación para el Mundial 2014, hizo del derbi entre Samoa y Samoa Americana un choque decisivo para dilucidar cuál equipo pasaba a la fase definitiva para acudir a Brasil por Oceanía. El 1-0 en contra, que llegó justo después de que Diamond Ott estrellara el balón en la cepa del poste, lejos de romper el sueño de la victoria, demostró que la pesadilla de la derrota ante Australia había sido enterrada por los guerreros samoanos americanos.
En este mes de septiembre, Samoa occidental ha encadenado dos triunfos consecutivos -frente a Tonga, de nuevo, e Islas Cook-. Una racha que hace olvidar en parte el cartel de peor selección del planeta porque, en julio de 2015, Vanatu superó la plusmarca australiana en su duelo, en categoría sub-23, ante Micronesia, pero este 46-0 no se registra por no pertenecer esta última la FIFA, lo que hace que Samoa Americana siga siendo la selección que ha recibido la mayor derrota del fútbol de selecciones, aunque hace tiempo que haya dejado de ser la peor selección del mundo.
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domingo, 20 de septiembre de 2015
sábado, 5 de septiembre de 2015
Dinamarca heredó el papel de Yugoslavia en 1992
Dinamarca protagonizó en la Eurocopa celebrada en 1992 la mayor sorpresa que se ha producido nunca en la historia de un campeonato de selecciones de fútbol, junto a la posterior victoria de Grecia en 2004. Un torneo donde, a diferencia de la epopeya del cuadro heleno en Portugal, los daneses ni siquiera estaban clasificados.
La nueva Europa entra en escena
Los cambios políticos a los que estaba viéndose sometido el viejo continente tuvieron su lógico reflejo en el deporte.
El desmembramiento de la U.R.S.S. hizo florecer en la última década del siglo XX a las repúblicas en las que estaba formado el gigante soviético. Una transformación que se trasladó al fútbol, donde la Unión Soviética se había clasificado como primera de grupo en una ronda preliminar que había dado comienzo en 1990.
La decisión tomada fue la de ser representados para esta ocasión con una bandera distinta, un himno universal –como es la 9ª Sinfonía de Beethoven- y una denominación diferente. Así es como la Confederación de Estados Independientes saltaba a escena y cobijaba a 9 de sus repúblicas (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajistán, Kyrgyzstán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán), quedando fuera las tres naciones bálticas (Estonia, Lituania y Letonia).
La otra gran modificación que estaba sufriendo Europa se estaba produciendo en los Balcanes, donde los ropajes que habían cubierto a Yugoslavia se estaban descosiendo para dejar desnudo a un país cubierto de cicatrices y heridas.
La sobresaliente camada formada por jugadores como Pancev, Prosinecki, Jarni, Boban, Stanic, Jugovic, Stosic, Spasic, Katanec, Hadžibegić, Suker, Ladic, Stojanovic, Bogdanović, Savićević, Jokanović, Mijatovic y Mihajlović –muchos de ellos campeones de Europa de clubes con el Estrella Roja en 1991 y campeones del mundo de selecciones juveniles en 1987, en Chile- estaba llamada a alcanzar grandes cotas, empezando por una Eurocopa cuyo billete se esfumó por la sanción impuesta por el Consejo General de las Naciones Unidas en mayo de 1992.
Se rompía de este brusco modo el sueño de una selección que apuntaba a ser uno de los candidatos al título. Su plaza recayó sobre Dinamarca, quien había quedado en segunda posición en la fase de clasificación que habían encabezado precisamente los yugoslavos. Una invitación tan inesperada que sorprendió al propio cuadro danés.
Explota la ‘dinamita roja’
En la década de los 80 se produjeron las chispas que encendieron la mecha del fútbol en Dinamarca. Los buenos resultados sumados en la fase de clasificación para España’82, como el triunfo ante Italia –posteriormente campeona del mundo-, daban cuenta del potencial que estaba manando. Sensaciones refrendadas en la ronda preliminar de la EURO de Francia'84 donde además de conseguir el billete se tomó el fortín inexpugnable de Wembley, con un solitario gol de Allan Simonsen.
Todas estas victorias necesitaban un espaldarazo, el cual llegó por partida doble: alcanzando las semifinales de la Eurocopa de 1984 y posteriormente clasificándose por primera vez para un campeonato de mundo, el que se celebró en México, en 1986.
El grupo formado por Morten Olsen, Søren Lerby, Ivan Nielsen, Preben Elkjær, -protagonista del éxito del Hellas Verona-, John Lauridsen y Allan Simonsen, junto a los más jóvenes, como Jan Mølby, Jesper Olsen y Michael Laudrup firmaron las semifinales en Francia 1984 y un brillante estreno en la Copa del Mundo de 1986, cayendo en octavos de final. El responsable de apagar la dinamita de los escandinavos en ambos casos fue España: primero, con la emocionante tanda de penaltis en Lyon (1984) y, después, en México (1986), con una inspiradora tarde de Emilio Butragueño en Querétaro, autor de cuatro goles.
La eliminación en primera ronda de la Euro 1988, en un grupo donde España fue de nuevo el responsable de truncar las aspiraciones nórdicas con un 3-2 en el partido inaugural- se compensaba con la llegada al combinado nacional de nueva savia como Flemming Povlsen, Lars Elstrup, Peter Nielsen, Peter Schmeichel o Brian Laudrup.
Dinamarca se adentraba en la década los 90 sin billete para el Mundial de Italia y sin pasaporte para la Euro 1992. Aunque el destino tenía reservada una plaza especial para ellos.
Tres países con circunstancias complicadas
Ocho equipos estaban clasificados para la fase final de la Eurocopa que se iba a celebrar en Suecia desde el 10 de junio de 1992: Italia, Francia, Escocia, Inglaterra, Suecia, Países Bajos, C.E.I, Yugoslavia y Alemania.
Tres eran las federaciones que reflejaban los cambios políticos producidos en el viejo continente:
El Consejo General de las Naciones Unidas y la Comunidad Europea decidieron sancionar, a finales de mayo de 1992, a Yugoslavia, víctima del interminable conflicto. Este bloqueo incluyó la imposibilidad de que cualquier combinado nacional participara en cualquier evento deportivo.
La prometedora Yugoslavia, que había liderado su grupo en la fase de clasificación con 7 victorias y una sola derrota –ante Dinamarca, en Belgrado- era obligada a otorgar su plaza, precisamente, al conjunto nórdico, los cuales habían quedado en segunda posición y se encontraban planificando su tiempo libre para aquel verano.
Los aliados de Dinamarca para no hacer el ridículo
Dinamarca se vio participando como invitada en un torneo donde a pesar de tener en contra ciertos elementos como la nula preparación física o la ausencia de mentalidad competitiva, tenía otros puntos a favor:
El reto de Richard Möller Nielsen
A falta de solo 10 días para que empezara la Eurocopa, el seleccionador nacional Richard Möller Nielsen fue diseñando una convocatoria a la que no aceptó uno de los líderes, Michael Laudup, al que se le juntaba el hecho de no tener una buena relación con el míster y la de arrastrar el cansancio tras una extenuante temporada con el Barcelona que había concluido con la consecución de la Copa de Europa de clubes en Wembley.
En cambio, su hermano, Brian, sí aceptó la llamada para la Euro de una selección que en su gran mayoría estaba cambiando sus vacaciones de playa y montaña por el césped sueco.
No todos los internacionales daneses estaban en destinos paradisíacos o disfrutando del tiempo libre, Kim Vilfort se encontraba en aquellos días en un hospital velando por su hija de 7 años, enferma de leucemia. La mujer de Vilfort fue clave para que el mediapunta del Brøndby accediera a enrolarse en esta sorprendente e histórica aventura del plantel vikingo en la cual puso la rúbrica definitiva.
La Eurocopa de Suecia, 1992
Los convocados para la Eurocopa acudieron al campo de entrenamiento de la federación danesa de fútbol que hay a las afueras de Copenhague. La idea que sobrevolaba la mente de la mayoría de ellos era tratar de no hacer el ridículo en los tres partidos de la primera ronda donde estaban encuadrados con Suecia, anfitriones del torneo, Francia e Inglaterra. Pero el mensaje del entrenador era otro y más sorprendente: “Vamos a Suecia a ganar”.
Elstrup da la primera alegría
El torneo europeo, cuya gran novedad es ser el primero a nivel internacional donde aparecían los nombres de los futbolistas en la espalda, arrancó con un empate sin goles ante Inglaterra, reforzando la confianza de un equipo que había concluido la edición anterior, la de 1988, con cero puntos en su casillero.
El gol de Tomas Brolin en la segunda cita con Suecia, en esta clásica amistosa rivalidad entre vecinos, fue una bofetada de realidad y obligaba a vencer a Francia para seguir vivos en el torneo. La postrimera diana de Elstrup ante los galos en el minuto 93 colocaba el 2-1 que prolongaba este cuento de hadas nórdico hasta las semifinales, donde esperaba la temida Holanda.
Peter Schmeichel exprime a la 'oranje'
Gullit, Van Basten, Rikjaard, Koeman, van Breukelen, van Aerle, Blind, Bergkamp, Winter, de Boer eran la base de la ‘oranje’, por aquel entonces vigente campeón continental. Los Países Bajos acudían favoritos a un encuentro que resultó mucho más parejo de lo esperado y que Rikjaard niveló en el último suspiro, llevando la semifinal a la tanda de penaltis.
En la tanda desde los once metros, el guardameta holandés Van Breukelen trató de desestabilizar a los daneses en cada lanzamiento, al final fue un de los mejores jugadores de la historia de Holanda, Marco Van Basten, el único que falló en la tanda, al acertar Peter Schmeichel el lado que eligió el delantero natural de Utrecht.
El sueño de verano danés se prolongó hasta su máxima expresión. Alemania, tras vencer a Suecia por 3-2, esperaba pacientemente en una inesperada final con un invitado con el que nadie contaba.
La Alemania unificada ante la unida Dinamarca
El modo como afrontaron los dos equipos este choque fue la clave del éxito y del fracaso. Mientras los germanos habían transformado su sede en un búnker hermético, los nórdicos vivían bajo la más absoluta relajación, bajo ese espíritu vacacional del que todavía no se habían desprendido.
La ‘Mannschaft’ de 1992 era un equipo potente formado por referentes como: Illgner, Kohler, Brehme, Hässler, Effenberg, Riedle, Klinsmann y Sammer, primer representante de la Alemania Oriental en este reestreno de la Alemania unificada. Un equipo campeón que puso en aprietos la meta nórdica, siempre bien cubierta por un inspirado Schmeichel.
El derechazo de Jensen a los 18 minutos rompió el lento ritmo que llevaba el encuentro y encendió los ánimos de Dinamarca y su bulliciosa hinchada, conocida como ‘roligans’, que teñían de rojo las gradas del Ullevi de Goteborg, ciudad situada justo enfrente de la costa danesa.
El apoyo también de los aficionados suecos a sus vecinos se notó en las gradas, haciendo que Dinamarca jugara de local en un estadio que definitivamente explotó cuando Vilfort finiquitó el partido a los 78’, justamente el jugador que más estaba sufriendo a nivel personal lograba sellar la tranquilidad al nuevo y casual campeón de Europa, el que heredó el testigo de Yugoslavia, la selección que muchos apostaban como ganadora en 1992.
La nueva Europa entra en escena
Los cambios políticos a los que estaba viéndose sometido el viejo continente tuvieron su lógico reflejo en el deporte.
El desmembramiento de la U.R.S.S. hizo florecer en la última década del siglo XX a las repúblicas en las que estaba formado el gigante soviético. Una transformación que se trasladó al fútbol, donde la Unión Soviética se había clasificado como primera de grupo en una ronda preliminar que había dado comienzo en 1990.
La decisión tomada fue la de ser representados para esta ocasión con una bandera distinta, un himno universal –como es la 9ª Sinfonía de Beethoven- y una denominación diferente. Así es como la Confederación de Estados Independientes saltaba a escena y cobijaba a 9 de sus repúblicas (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajistán, Kyrgyzstán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán), quedando fuera las tres naciones bálticas (Estonia, Lituania y Letonia).
Escudo de la Comunidad de Estados Independientes (C.E.I.) |
La otra gran modificación que estaba sufriendo Europa se estaba produciendo en los Balcanes, donde los ropajes que habían cubierto a Yugoslavia se estaban descosiendo para dejar desnudo a un país cubierto de cicatrices y heridas.
La sobresaliente camada formada por jugadores como Pancev, Prosinecki, Jarni, Boban, Stanic, Jugovic, Stosic, Spasic, Katanec, Hadžibegić, Suker, Ladic, Stojanovic, Bogdanović, Savićević, Jokanović, Mijatovic y Mihajlović –muchos de ellos campeones de Europa de clubes con el Estrella Roja en 1991 y campeones del mundo de selecciones juveniles en 1987, en Chile- estaba llamada a alcanzar grandes cotas, empezando por una Eurocopa cuyo billete se esfumó por la sanción impuesta por el Consejo General de las Naciones Unidas en mayo de 1992.
Se rompía de este brusco modo el sueño de una selección que apuntaba a ser uno de los candidatos al título. Su plaza recayó sobre Dinamarca, quien había quedado en segunda posición en la fase de clasificación que habían encabezado precisamente los yugoslavos. Una invitación tan inesperada que sorprendió al propio cuadro danés.
Explota la ‘dinamita roja’
En la década de los 80 se produjeron las chispas que encendieron la mecha del fútbol en Dinamarca. Los buenos resultados sumados en la fase de clasificación para España’82, como el triunfo ante Italia –posteriormente campeona del mundo-, daban cuenta del potencial que estaba manando. Sensaciones refrendadas en la ronda preliminar de la EURO de Francia'84 donde además de conseguir el billete se tomó el fortín inexpugnable de Wembley, con un solitario gol de Allan Simonsen.
Todas estas victorias necesitaban un espaldarazo, el cual llegó por partida doble: alcanzando las semifinales de la Eurocopa de 1984 y posteriormente clasificándose por primera vez para un campeonato de mundo, el que se celebró en México, en 1986.
El grupo formado por Morten Olsen, Søren Lerby, Ivan Nielsen, Preben Elkjær, -protagonista del éxito del Hellas Verona-, John Lauridsen y Allan Simonsen, junto a los más jóvenes, como Jan Mølby, Jesper Olsen y Michael Laudrup firmaron las semifinales en Francia 1984 y un brillante estreno en la Copa del Mundo de 1986, cayendo en octavos de final. El responsable de apagar la dinamita de los escandinavos en ambos casos fue España: primero, con la emocionante tanda de penaltis en Lyon (1984) y, después, en México (1986), con una inspiradora tarde de Emilio Butragueño en Querétaro, autor de cuatro goles.
La eliminación en primera ronda de la Euro 1988, en un grupo donde España fue de nuevo el responsable de truncar las aspiraciones nórdicas con un 3-2 en el partido inaugural- se compensaba con la llegada al combinado nacional de nueva savia como Flemming Povlsen, Lars Elstrup, Peter Nielsen, Peter Schmeichel o Brian Laudrup.
Dinamarca se adentraba en la década los 90 sin billete para el Mundial de Italia y sin pasaporte para la Euro 1992. Aunque el destino tenía reservada una plaza especial para ellos.
Tres países con circunstancias complicadas
Ocho equipos estaban clasificados para la fase final de la Eurocopa que se iba a celebrar en Suecia desde el 10 de junio de 1992: Italia, Francia, Escocia, Inglaterra, Suecia, Países Bajos, C.E.I, Yugoslavia y Alemania.
Tres eran las federaciones que reflejaban los cambios políticos producidos en el viejo continente:
- La Comunidad de Estados Independientes asumía la herencia deportiva de la U.R.S.S., aunque no todas las repúblicas estuvieran adheridas.
- Alemania disputaba su primer torneo internacional con una selección que representara a toda la nación. La RDA cerraba en Bélgica, el 12 de septiembre de 1990, 38 años de aventura en solitario. Mientras que la RFA lo haría poco después, el 31 de octubre de 1990, en Luxemburgo.
- El conflicto bélico de Yugoslavia seguía su escalada de odio y destrucción.
El Consejo General de las Naciones Unidas y la Comunidad Europea decidieron sancionar, a finales de mayo de 1992, a Yugoslavia, víctima del interminable conflicto. Este bloqueo incluyó la imposibilidad de que cualquier combinado nacional participara en cualquier evento deportivo.
Escudo usado por la federación yugoslava de fútbol. |
La prometedora Yugoslavia, que había liderado su grupo en la fase de clasificación con 7 victorias y una sola derrota –ante Dinamarca, en Belgrado- era obligada a otorgar su plaza, precisamente, al conjunto nórdico, los cuales habían quedado en segunda posición y se encontraban planificando su tiempo libre para aquel verano.
Los aliados de Dinamarca para no hacer el ridículo
Dinamarca se vio participando como invitada en un torneo donde a pesar de tener en contra ciertos elementos como la nula preparación física o la ausencia de mentalidad competitiva, tenía otros puntos a favor:
- Carecía de toda presión deportiva
- Uno de los grandes favoritos había sido eliminado, Yugoslavia.
- Su bestia negra no había entrado entre los 8 mejores, caso de España
- Podía actuar casi como local dada la cercanía con Suecia, aunque todavía no estaba construido el puente de Oresund que ha acercado en los últimos años, todavía más, sendas naciones.
El reto de Richard Möller Nielsen
A falta de solo 10 días para que empezara la Eurocopa, el seleccionador nacional Richard Möller Nielsen fue diseñando una convocatoria a la que no aceptó uno de los líderes, Michael Laudup, al que se le juntaba el hecho de no tener una buena relación con el míster y la de arrastrar el cansancio tras una extenuante temporada con el Barcelona que había concluido con la consecución de la Copa de Europa de clubes en Wembley.
En cambio, su hermano, Brian, sí aceptó la llamada para la Euro de una selección que en su gran mayoría estaba cambiando sus vacaciones de playa y montaña por el césped sueco.
No todos los internacionales daneses estaban en destinos paradisíacos o disfrutando del tiempo libre, Kim Vilfort se encontraba en aquellos días en un hospital velando por su hija de 7 años, enferma de leucemia. La mujer de Vilfort fue clave para que el mediapunta del Brøndby accediera a enrolarse en esta sorprendente e histórica aventura del plantel vikingo en la cual puso la rúbrica definitiva.
La Eurocopa de Suecia, 1992
Los convocados para la Eurocopa acudieron al campo de entrenamiento de la federación danesa de fútbol que hay a las afueras de Copenhague. La idea que sobrevolaba la mente de la mayoría de ellos era tratar de no hacer el ridículo en los tres partidos de la primera ronda donde estaban encuadrados con Suecia, anfitriones del torneo, Francia e Inglaterra. Pero el mensaje del entrenador era otro y más sorprendente: “Vamos a Suecia a ganar”.
Elstrup da la primera alegría
El torneo europeo, cuya gran novedad es ser el primero a nivel internacional donde aparecían los nombres de los futbolistas en la espalda, arrancó con un empate sin goles ante Inglaterra, reforzando la confianza de un equipo que había concluido la edición anterior, la de 1988, con cero puntos en su casillero.
El gol de Tomas Brolin en la segunda cita con Suecia, en esta clásica amistosa rivalidad entre vecinos, fue una bofetada de realidad y obligaba a vencer a Francia para seguir vivos en el torneo. La postrimera diana de Elstrup ante los galos en el minuto 93 colocaba el 2-1 que prolongaba este cuento de hadas nórdico hasta las semifinales, donde esperaba la temida Holanda.
Peter Schmeichel exprime a la 'oranje'
Gullit, Van Basten, Rikjaard, Koeman, van Breukelen, van Aerle, Blind, Bergkamp, Winter, de Boer eran la base de la ‘oranje’, por aquel entonces vigente campeón continental. Los Países Bajos acudían favoritos a un encuentro que resultó mucho más parejo de lo esperado y que Rikjaard niveló en el último suspiro, llevando la semifinal a la tanda de penaltis.
En la tanda desde los once metros, el guardameta holandés Van Breukelen trató de desestabilizar a los daneses en cada lanzamiento, al final fue un de los mejores jugadores de la historia de Holanda, Marco Van Basten, el único que falló en la tanda, al acertar Peter Schmeichel el lado que eligió el delantero natural de Utrecht.
El sueño de verano danés se prolongó hasta su máxima expresión. Alemania, tras vencer a Suecia por 3-2, esperaba pacientemente en una inesperada final con un invitado con el que nadie contaba.
La Alemania unificada ante la unida Dinamarca
El modo como afrontaron los dos equipos este choque fue la clave del éxito y del fracaso. Mientras los germanos habían transformado su sede en un búnker hermético, los nórdicos vivían bajo la más absoluta relajación, bajo ese espíritu vacacional del que todavía no se habían desprendido.
La ‘Mannschaft’ de 1992 era un equipo potente formado por referentes como: Illgner, Kohler, Brehme, Hässler, Effenberg, Riedle, Klinsmann y Sammer, primer representante de la Alemania Oriental en este reestreno de la Alemania unificada. Un equipo campeón que puso en aprietos la meta nórdica, siempre bien cubierta por un inspirado Schmeichel.
El derechazo de Jensen a los 18 minutos rompió el lento ritmo que llevaba el encuentro y encendió los ánimos de Dinamarca y su bulliciosa hinchada, conocida como ‘roligans’, que teñían de rojo las gradas del Ullevi de Goteborg, ciudad situada justo enfrente de la costa danesa.
El apoyo también de los aficionados suecos a sus vecinos se notó en las gradas, haciendo que Dinamarca jugara de local en un estadio que definitivamente explotó cuando Vilfort finiquitó el partido a los 78’, justamente el jugador que más estaba sufriendo a nivel personal lograba sellar la tranquilidad al nuevo y casual campeón de Europa, el que heredó el testigo de Yugoslavia, la selección que muchos apostaban como ganadora en 1992.