Uno no está preparado para las despedidas, tampoco los grupos de rock. El público no quiere desprenderse de ellos y a los artistas les cuesta dejar de hacer giras y ser el centro de atención. KISS lleva un tiempo coqueteando con el adiós. El nombre de este tour así lo atestigua, como si fuera la última actuación de uno de los grandes dinosaurios del rock.
La influencia de KISS en la música es enorme. Muchos artistas han reconocido que fue tras ver a los neoyorquinos cuando supieron que querían ser estrellas de la música, como si fuera fácil llegar al firmamento, como si fuera fácil emular a tus ídolos.
El maquillaje, la puesta en escena, el espectáculo de luz y sonido, amén de su música y esa capacidad de seducir al público, no hay más que ver la devoción que tienen sus seguidores (la KISS Army), hacen de este grupo unos dioses del rock, espejos en los que mirarse y una referencia para cualquier banda surgida desde los 80 hasta la actualidad.
KISS en el WiZink Center, 3 de julio de 2022
Como si fuera un lugar habitual de peregrinaje, no en vano los últimos conciertos de Kiss han sido en el WiZink Center, antiguo Palacio de los Deportes, el público con congregaba en los alrededores del pabellón madrileño con sus camisetas y negras y el maquillaje imitando a los componentes de la banda. Bajo el característico lema: "You wanted the best, you got the best. The hottest band in the world", los cuatro integrantes, cual jinetes del apocalipsis, arrancaban su descarga final en la capital, la séptima de su trayectoria.
No defraudaron. Nunca lo han hecho y nunca lo harán. Su rock tiene denominación de origen; su espectáculo, también. Esta especie de Circo del Rock volvió a dejar los números habituales. Da igual cuantas veces los hayas visto, son como un mago con varios trucos muy buenos e infalibles. Y tras la caída del telón, el cuarteto descendía de plataformas individuales evidenciando que proceden del Olimpo, de los mismos cielos que los Dioses de la música.
Detroit Rock City inició el viaje entre juegos de luces y de artificios, siempre eficientes y espectaculares. Shout It Loud, Deuce, War Machine Heaven's On Fire brillaban entre tanto láser y traca de pólvora. Todo estaba envuelto en llamas y calor, pero nadie se abrasaba. Y mientras sonaba el grupo a las mil maravillas, con un Paul Stanley haciendo notar que su voz se mantenía viva y casi intacta, como demostró con Say Yeah.
Lick It Up revolucionó el pabellón y Calling Dr. Love y la sorprendente Tears Are Falling precedieron al Psycho Circus y al número especial de Gene Simmons, el 'Dios del Trueno', actuando estupendamente en su propio espectáculo carnavalesco y siniestro, manando sangre de la boca mientras convulsionaba, en una imagen terrorífica digna de las mejores pesadillas propuestas por Carpenter, Argento o Craven.
Si algo no ocurre en un concierto de Kiss es que no ha ocurrido nunca en un escenario. El kit de batería se movía como una montaña rusa, elevándose en una grúa, y la tirolina del 'chico estrella' le llevó a mitad del WiZink para interpretar desde ahí Love Gun y I Was Made For Lovin' You. El grupo llevaba la quinta marcha y buscaba más. Black Diamond cerraba un set perfecto en el que cada miembro había aportado su show particular.
El punto emotivo venía con la preciosa Beth, tocada sutilmente con un piano y a una voz, la de Eric Singer, y Do You Love Me y Rock And Roll All Nite ponían fin a uno de los mayores espectáculos del mundo, a un grupo que no se quiere despedir y que ha influido tanto en público y otros grupos. A un grupo que alarga el adiós porque con su final se va uno de los capítulos más grandes y bellos de la historia del rock.
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