La discografía del grupo británico Paradise Lost, nombre tomado del clásico poema épico escrito por John Milton en el siglo XVII, habría que definirla primero como prolífica. Dieciséis discos de estudio desde 1990 dan una media de un álbum cada dos años, una cifra extraordinaria en el panorama actual. La segunda clave del trabajo de estos británicos es que son eclécticos, como pocos grupos de rock.
Paradise Lost, liderados por la dupla formada por Nick Holmes y Gregor Mackintosh, junto al guitarrista Aaron Aedy y el bajista Stephen Edmondson, un cuarteto que ha permanecido intacto desde el comienzo de la banda, han practicado distintos estilos musicales, desde los más pesados a los más suaves, variando el rumbo por épocas.
Y es que cada disco de Paradise Lost es un paseo por un nuevo camino, una nueva senda por explorar. Siempre han sido etiquetados como doom, por esas atmósferas sombrías y los riffs pesados, y padres del metal gótico, por esas imágenes tan clásicas y esos sonidos tan oscuros que tan bien saben diseñar en sus portadas y en sus discos estos chicos de Halifax.
Pero no siempre se han mantenido en esa línea musical, haciendo especial la obra de Paradise Lost. En un afán constante por reinventarse y recuperar señas de identidad, el grupo ha sonado limpio y melódico bajo teclados, mientras otras veces se asomaba denso y bajo una áspera voz gutural. Vaivenes orquestados de disco en disco y otras veces dentro del mismo disco, como este 'Obsidian' (2020) que la pandemia no pudo presentar en condiciones.
Los primeros en abrir fuego fueron Virtual Symmetry. Los italo-suizos, con un metal progresivo que a veces recordaba a sus paisanos Rhapsody Of Fire, sufrieron mucho con el sonido, puede que demasiado, y solo la batería era capaz de transmitir lo que buscaban. Ese factor no hizo mella a Fractal Universe. Los galos sonaron atronadores con un death metal más experimental, especialmente cuando sacaron a relucir el saxofón, y esa contagiosa capacidad de su cantante de conectar con un público que ya empezaba a llenar el local.
Los suecos Evergrey bien podrían haber sido los cabezas de cartel. Su dilatada carrera y la legión de fans así lo atestigua. Los escandinavos, encabezados por el gigantón Tom S. Englund recorrieron su discografía y mostraron sus distintas caras, dentro de un power metal donde los estribillos y los coros, marca de la casa, hacen partícipe al público. Arrancaron con Save Us, deslucida por problemas en el micro, y siguieron con Weightless, para el momento en el que Midwinter Calls repicaba en La Riviera los errores se habían subsanados o directamente olvidados, dado el ritmo y el nivel de los escandinavos.
El medio tiempo de A Silent Arc y In the Absence of Sun rebajaron la intensidad momentáneamente para una recta final en la que llegaban Blindfolded, Recreation Day y Kings Of Errors, bandera en mano para mostrar con orgullo a Madrid.Muchos habrían dado por buena la noche, pero no, y sobre un escenario diáfano, pero en penumbra, y solo decorado por la sobria y elegante portada del último trabajo de Paradise Lost, con un estilo incluso modernista y críptico, comenzaba el último concierto.
El quinteto salió uniformado con tono negro, sin estridencias, Nick Holmes, que es poco amigo de las palabras y de los gestos, se mostraba tranquilo pero tan distante como de costumbre, moviéndose en una pequeña parcela, como si se tratara de un mediocentro defensivo de la Premier que no quiere perder su posición.
El grupo repitió el repertorio de otras noches, con la salvedad de quitar As I Die y Serenity del setlist.
Enchantment fue el inicio de un concierto tan variado como su discografía, donde entraron temas suaves y melódicos, aunque la parte de teclados y sintetizadores estuviera grabada, contrapuesto con otros más pesados y donde Nick mostró esa voz que parece sacar a veces del Averno. Faith Divides Us - Death Unites Us fue el primer gran tema en conectar con la gente. Una conexión musical, puesto que Nick no tiene a la empatía como uno de sus fuertes.
El recorrido a partir de ese momento, y en especial con Eternal, fue el de mostrar la evolución musical y madurez de la banda disco a disco, época tras etapa. One Second, The Enemy, The Last Time, No Hope in Sight y Say Just Words caían como números premiados de la Lotería en un 22 de diciembre. Caían secuencialmente y repartiendo alegrías. Pero la lluvia se paró y no había paraguas.
De sopetón el quinteto se metió para ofrecer un bis final. Demasiado pronto y brusco, como un frenazo delante de un semáforo en rojo. Darker Thoughts es una creación genial que pierde credibilidad con la puesta en escena de esta gira, sin que nadie toque ningún instrumento, siendo esa pista grabada, y Holmes cantándolo a capela como único recurso, Embers Fire y Ghosts, que parece un precioso homenaje a Sisters Of Mercy, cerraban un espectáculo que pudo ser mejor por parte de los padres del metal y que vivió grandes momentos tanto por ellos mismos como por sus 'ahijados' provisionales para esta noche.
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