martes, 19 de noviembre de 2024

Apocalyptica convierte a Metallica en melodía para cellos

Si el metal fuera una nación y tuviera que elegir un país donde residir, ese sería Finlandia. No hay lugar en el mundo donde la música, concretamente el rock y en su variante más pesada, haya tenido tantos adeptos y creadores: Nightwish, con o sin Tarja Turunen, The Rasmus, HIM, Children Of Bodom, Sonata Arctica, Amorphis, The 69 Eyes, Lordi, Charon, Stratovarius o Apocalyptica, entre otros, son claro ejemplos de grupos fineses de metal que se han popularizado por todo el planeta.

De todos ellos, el caso de Apocalyptica es el más singular. Formado en 1993 por cuatro violonchelistas graduados de la academia de música clásica Sibelius, situada en Helsinki. La pasión de sus miembros por el metal, especialmente por la banda estadounidense Metallica, provocó que su primer trabajo fuera un homenaje a los cuatro jinetes de San Francisco con sonido de cuerda como base argumental.  

De aquel álbum de 1996, Plays Metallica by Four Cellos, hasta la actualidad hay una decena de discos, con distintas colaboraciones estelares: empezando por Corey Taylor (Slipknot), Dave Lombardo (Slayer), Ville Valo (fundador de HIM), pasando por Sandra Nasic (Guano Apes) o Marta Jandová (Die Happy), hasta llegar a la treintena de invitados.

Ahora, 28 años después, es otro álbum dedicado a Metallica, Plays Metallica Vol. 2, el que devuelve a Apocalyptica en su vertiente más fan, convirtiendo cada tema de los norteamericanos en una nueva experiencia musical.


Apocalyptica y Artics en la Sala La Riviera de Madrid, 18 de noviembre de 2024.

Los también fineses Arctis fueron los encargados de romper el hielo. Metal con voz femenina que por momentos recordaba en el timbre de voz a Sharon Den Adel de Within Temptation. Presentaron un disco con tonos épicos y donde se luce su cantante Alva con gran variedad de registros. Habrá que seguir la pista de estos nórdicos.

Si las paredes de la Sala La Riviera de Madrid pudieran hablar, confesarían que han escuchado numerosos grupos. Su techo, lleno todavía de restos de confetis de otras actuaciones, contaría a las perpetuas palmeras que ellas siempre tuvieron una gran visibilidad del escenario. Pero no podrían recordar una actuación de Metallica, porque nunca tocó ahí, igual que Hemingway no estuvo en muchos sitios, aunque todavía sirva de reclamo comercial para atraer incautos turistas.

Por ello, Apocalyptica es la conexión más cercana a Metallica desde que Dave Mustaine estuviera en esta legendaria sala de conciertos a orillas del río, la cual sigue siendo un referente musical para la capital. Mejor o peor, no muy grande en comparación con otras ciudades, pero sirve, igual que los madrileños se conforman con el Manzanares, aunque no sea el más espectacular del mundo.


 Apocalyptica ha hecho de esta gira un regalo a todos los adeptos de Metallica. Ha convertido a uno de los pilares del thrash metal en una hermosa serenata. Todo ello con la complicidad del público, que canta cada estrofa como si fuera un karaoke gigantesco para seguidores del grupo.

Y es que esa química empezó desde antes de salir una nota de los tres violoncellos, que estaban acompañados de un kit de batería, porque ya con el The Ectasy Of Gold de Ennio Morricone la comunión fue instantánea. Era un homenaje a Metallica en toda regla. Sin James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett o Robert Trujillo, pero con la esencia de los cuatro y el legado de Cliff Burton.

Al fallecido bajista, de hecho, fue dedicada la interpretación de The Call Of Ktulu. Antes ya habían sonado Enter Sandman, Creeping Death, For Whom The Bell Tolls. Los tres músicos finlandeses se divertían, improvisaban y se recreaban en cada nota para dar este toque clásico a un clásico del metal.

 Si Metallica fuera un equipo de fútbol, cualquier fan habría seleccionado gran parte de los temas que sonaban, como si fuera un once de gala que recitas de memoria y tiene muchas estrellas, porque Master Of Puppets, Seek And Destroy y Nothing Else Matters son un tridente demoledor, especialmente este último, al que el sonido de cuerdas le encaja a la perfección. Intimismo puro.

Y todo plantel necesita un portero y un número uno, para ello One es el mejor para cerrar una noche distinta en la que unos músicos apasionados del metal llevan décadas transformando las pesadas guitarras de Metallica en una íntima melodía para violoncellos.

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